martes, 6 de junio de 2017

Salvavidas

He tardado demasiado tiempo en contaros la verdad. Le he tenido demasiado tiempo escondido entre las páginas de una historia que hablaba de quien creía que era el amor de mi vida. Aquellas pintadas en rosa dedicadas al amor con muchos tachones y borrones para olvidar que eso existió. He rascado demasiado la herida y maldecido a quien me la provocó, pero jamás he nombrado a quien curó todo el daño que había y limpió la herida para que cicatrizara. Porque no, no fui yo sola. Hubo una persona que me besó el alma cuando estaba hasta el cuello de mierda.

Estuve tanto tiempo tan ciega, tan anulada, sin ser quien era realmente antes de conocerle. Y precisamente eso, estaba irreconocible para los ojos de aquellos que me habían visto luchar siempre, ser fuerte ante las peores situaciones y llevar como bandera todos mis principios infranqueables. Si el gran muro no fue imposible para los salvajes, mis principios se desmoronarían ante la primera hacha de guerra que desenterrara. ¡Qué tonta! Y lo sé. Pero él, mi salvavidas, se dedicó a enseñarme de nuevo mi valía como persona, lo importante que era mi sonrisa en la vida y que las dudas no existían entre dos personas que se respetaban.



Reescribió en mi diccionario la definición de amor dejándome a cuadros, como cuando ves una peli tan buena que no te salen las palabras y solo te queda disfrutarla con ojos de asombro y una mueca de satisfacción. La sensación de libertad cuando dejan de pesar las cadenas de los años, las primeras palabras sin bozal y la incertidumbre del qué pasará. Con los ojos bien abiertos ya no quería otra cosa más que seguir aprendiendo de él, porque me sentía con el número premiado de la lotería entre mis manos. Llegué a quererle tanto que no entendía muy bien cómo era posible poder amar a dos personas de manera tan diferente y tan real a la vez. A él lo admiraba, sentía pleno orgullo de todos sus pequeños pasos, sobre todo, cómo defendía sus creencias y me hacía crecer a mí con él. Y lo hice a pasos de gigante con mi pequeña estatura.

Con los años entendí que toda persona tiene una función en nuestras vidas y la suya fue de salvavidas. Devolverme todo lo que me pertenecía que los años me habían robado. Con violencia. Y a su vez, si no hubiera conocido a el desamor de mi vida, no hubiese vivido una de las mejores experiencias de mi vida: un amor sano. Tengo mucho que agradecerle y brindarle. Ojalá lo vea y se vea entre estas tristes líneas que lo sacan, por fin, a la luz. Me hubiese gustado poder escribir más páginas de nuestra historia, que por cierto, él es un libro aparte; pero como me dijeron una vez, fuimos una buena idea en el momento equivocado.

Y si lo llegas a leer, quiero que sepas, y en el fondo lo sabes, que te quiero con locura y que siempre lo haré. Nos debemos un sushi.