domingo, 15 de enero de 2017

No voy a volver a verte

Hoy me he acordado mucho de ti, te he pensado durante todo el día. Era inevitable no hacerlo cuando podía ver el mismo dolor que sufrí yo en las diferentes caras de la sala. Todas intentaban aguantar la compostura, evitando cualquier contacto visual que pudiera hundirles y romper a llorar. Qué duro es saber que no puedes curar ese dolor, qué duro es sobrellevar la pérdida y qué duro es decir adiós cuando aún no estás preparado. Pero, ¿cuándo se llega a estarlo? Cuando aún quedan muchas historias por escuchar, muchas luchas por superar, muchos besos que dar, muchas sonrisas de bienvenida y muchos "hasta mañana". Quedaba mucha vida.

Y de repente, nada.

Respiras hondo, intentas entender la situación, pero por más que intentas calmarte sólo te viene una cosa a la cabeza: "no voy a volver a verte". Nunca. Y eso es duro de cojones. Todos hemos pasado por ahí, o si más no, pasaremos tarde o temprano. Seguro. Y no una vez, sino más veces de las que nos gustaría. Porque, oye, no nos olvidemos que "es ley de vida". Parece que las leyes siempre hayan estado creadas para tocarnos las narices, por ser fina, a dos manos.




Te voy a ser sincera, me costó mucho superarte. Viví durante mucho tiempo con la sensación de que no te habías ido, que podías llamarme por sorpresa con un "nena, ¿dónde estás?". Para mí seguías en esa habitación blanca, donde nos pasábamos las tardes jugando al dominó y a las cartas, donde compartíamos tu menú de hospital. Siempre fuiste un tramposo, hasta para la comida. Me costó aceptar que nunca más te iba a poder abrazar, que no ibas a volver a coger mi mano ni a echarme la bronca por mi forma de hablar. Saber que no ibas a estar para mi cumpleaños me reventó, tenía muchos planes contigo, era consciente que no podría hacerlo un año más. Y no me diste tiempo. Aún me duele no haberme quedado un poco más aquella noche. Ojalá me hubiera dado cuenta que te estabas despidiendo, te juro que hubiese estado hasta el último aliento.

¿Qué te voy a decir? Fuiste un padre para mí. Lo diste todo por mí hasta cuando menos lo merecía. Y tú, en todos tus años, solamente me pediste una cosa: "cuida de tu abuela". Te diría que te lo debo, pero es que no lo hago por ti, lo hago porque ella es lo más bonito que tengo hoy en día. Ella lo es todo y quien me une a ti. Aún me sigue preguntando por ti, si sé cuándo vas a volver a casa, es curioso ver que después de tanto tiempo ella te sigue esperando. Aunque, realmente, eres tú quien la espera a ella. Pero lo siento, por ahora me toca a mí seguir mimándola, adorándola y queriéndola más, si es que se puede.

Hacía tiempo que no te lloraba. Quizás la muerte nunca se acaba de superar.

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